martes, 30 de abril de 2019

"Nos mató el silencio, la palabra pendiente, el futuro lejano. Nos mataron los sueños: creer en..."

“Nos mató el silencio, la palabra pendiente, el futuro lejano. Nos mataron los sueños: creer en ellos; nos mató la esperanza: pensar que no se iría. Nos matamos nosotros, porque al irme callé y quise hablarte cuando ya no me oías. Vuelve. Quédate. Sé que no me oyes, pero te quiero. Y ahora sólo me queda ese camino que me espera tras la espalda, el retorno al lúgubre de los paisajes en los que no te encuentras, el sabor rancio de las mañanas en las que no me acompañas.”

- Para siempre | Heber Snc Nur

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sábado, 27 de abril de 2019

"Todavía se me acelera el corazón antes de ver a esa chica, todavía me tiembla la voz si salgo a..."

“Todavía se me acelera el corazón antes de ver a esa chica,
todavía me tiembla la voz si salgo a hablar en público,
todavía me tiembla la vida si pienso en el futuro.

Adónde llegaré, en este barco de rutas fantasmas,
surcando ríos de tinieblas,
escribiendo por saciedad y urgencia,
con miedo a que mis heridas se vean
más de lo que estoy dispuesto a mostrar de ellas.

No he aprendido de las lecciones
y vaya que han sido muchas.
No he aprendido a quererme
y vaya que razones me sobran.

Me sigo viendo volátil y tímido,
tan frágil como una hoja seca en invierno;
me sigo sintiendo vacío y estéril,
tan inútil como un abrazo a distancia.

Mi nombre sigue siendo Heber,
pero a veces creo que me llamo Tristeza,
otras veces pienso que soy Intrépido
y la mayoría me parece que soy Silencio.

En el fondo sé que no tengo la edad que digo,
que le miento al mundo porque me miento a mí mismo,
y es que soy más niño de lo que admito,
tengo miedos de los que aún no me libro.

Y no es mi culpa, cómo voy a estar a gusto
viviendo en un mundo donde
en lugar de querer conocerlos a todos
desee envejecer a la sombra de la ignorancia.”

- Heber Snc Nur

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viernes, 26 de abril de 2019

"Y aun cuando Europa no exista y las playas de las postales sean imaginarias, aun cuando tu piel..."

“Y aun cuando Europa no exista y las playas de las postales sean imaginarias, aun cuando tu piel sufra de alzheimer y la mía no sepa que fuiste mentira, aun cuando el pasado se nos refleje en la mirada y logre escaparse por alguna lágrima, he de ser fuerte por ambos, porque una vez me enseñaste que en la vida de vez en cuando hay que llevarse contusiones en los sueños.”

- Fragmentos | Heber Snc Nur

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lunes, 22 de abril de 2019

"¿Alguna vez te has puesto a pensar que los pasos que he dejado, en su mayoría, han sido..."

“¿Alguna vez te has puesto a pensar que los pasos que he dejado, en su mayoría, han sido improvisados? Nunca los planeé, quise tomar otros caminos, pero en ocasiones, imagino, sólo nos queda ceder a las casualidades. He conocido gente y ha sido maravilloso, he pasado días horribles y también ha sido maravilloso. No te confundas, no niego el dolor de las malas circunstancias, no niego las ganas de morirse, no niego que hubo momentos en los que el deseo de desaparecer me haya dominado, sólo digo que sin todo eso no hubiese llegado a ser lo que soy ahora. Tal vez no soy el mejor del mundo, pero soy mejor que yo mismo hace algún tiempo. Y quiero decirte que, si algún día necesitas llorar, si alguna vez te parece que tu sitio está lejos, que esta vida no es la tuya, no estás equivocado, así que llora, grita, rompe las cosas, pero no olvides nunca que la transición conlleva pasar por cierto filtro y, cuando menos lo pienses, estarás siendo tú pero distinto, mejor, rodeado de personas maravillosas, a las que terminaste conociendo por casualidad.”

- Heber Snc Nur

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"Conseguí robarle una sonrisa al tipo raro que me miraba desde el otro lado. ¿Habría tenido un buen..."

“Conseguí robarle una sonrisa al tipo raro que me miraba desde el otro lado. ¿Habría tenido un buen día? No lo sé, sólo me compadecí. Le hablé un poco para romper el hielo, solté unos cuantos chistes y, de hecho, me devolvió esa sonrisa agradecida, que parece que no le mostraba a cualquiera. Le pregunté dónde vive ahora, a qué se dedica, si ha conseguido enamorarse, si sus planes todavía siguen en pie. No ha dicho muchas cosas, sólo un «bien» tan sincero como la sonrisa de un condenado a muerte. Ahora que lo pienso, su voz tenía un tono fúnebre y las circunstancias en que lo había encontrado tampoco fueron del todo alentadoras. Hacía tiempo que no lo veía, siempre hemos hablado como desconocidos ocasionales, a veces en un auto, a veces en una peluquería y ahora lo había encontrado en el ascensor de la empresa, al final del día, cuando bajaba de la oficina hacia la salida. No es de hablar mucho y siempre soy yo el que tiene que iniciar la conversación. Lo que más me inquieta de él son sus ojos, cansados y turbios, como si siempre estuviera mirando al pasado. Ojos grises, como ese broche en forma de ángel que lleva en la solapa, y que por lo menos brilla. No traía corbata y, a primera impresión, cualquiera hubiera dicho que ha pasado todo el día agitado, corriendo de un lado a otro, por lo desaliñado que estaba. Luego de unos minutos, el ascensor se detuvo y subió una señora con unos papeles; la saludé cordialmente, presionó un botón y el ascensor reanudó la marcha al primer piso. Durante el resto del trayecto, el tipo y yo no cruzamos una sola palabra. Supuse que, dada su reserva, prefería hablar a solas, así que aguardé paciente hasta que el ascensor nuevamente se detuvo y tuvimos que salir. Al cruzar el umbral, sin embargo, di un mal paso y tropecé. La señora que había subido al ascensor acudió a mí y me ayudó a incorporarme. «¿Se hizo daño?», preguntó. Negué y le ofrecí una sonrisa despreocupada. Cuando me volví para despedirme de aquel tipo, vi al ascensor completamente vacío. «¿Adónde fue?», le pregunté a la señora. «¿Quién?», preguntó a su vez. «El que venía con nosotros». Me miró confundida. Las puertas del ascensor se cerraron lentamente, mientras yo miraba a ambos lados del pasillo, completamente desierto. «Tenga», dijo la señora. Me volví a mirarla y extendí mi mano para recibir lo que quería darme. Entonces lo reconocí: el broche gris con forma de ángel. «Se le cayó de la solapa cuando tropezó», dijo la señora, antes de marcharse por el pasillo con dirección a la salida. Debe haberse confundido, pensé. Qué ingenua. Ese broche era del tipo raro que había venido con nosotros en el ascensor, ¿cómo es que no se había dado cuenta?”

- Heber Snc Nur

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jueves, 18 de abril de 2019

"Conseguí robarle una sonrisa al tipo raro que me miraba desde el otro lado. ¿Habría tenido un buen..."

“Conseguí robarle una sonrisa al tipo raro que me miraba desde el otro lado. ¿Habría tenido un buen día? No lo sé, sólo me compadecí. Le hablé un poco para romper el hielo, solté unos cuantos chistes y, de hecho, me devolvió esa sonrisa agradecida, que parece que no le mostraba a cualquiera. Le pregunté dónde vive ahora, a qué se dedica, si ha conseguido enamorarse, si sus planes todavía siguen en pie. No ha dicho muchas cosas, sólo un «bien» tan sincero como la sonrisa de un condenado a muerte. Ahora que lo pienso, su voz tenía un tono fúnebre y las circunstancias en que lo había encontrado tampoco fueron del todo alentadoras. Hacía tiempo que no lo veía, siempre hemos hablado como desconocidos ocasionales, a veces en un auto, a veces en una peluquería y ahora lo había encontrado en el ascensor de la empresa, al final del día, cuando bajaba de la oficina hacia la salida. No es de hablar mucho y siempre soy yo el que tiene que iniciar la conversación. Lo que más me inquieta de él son sus ojos, cansados y turbios, como si siempre estuviera mirando al pasado. Ojos grises, como ese broche en forma de ángel que lleva en la solapa, y que por lo menos brilla. No traía corbata y, a primera impresión, cualquiera hubiera dicho que ha pasado todo el día agitado, corriendo de un lado a otro, por lo desaliñado que estaba. Luego de unos minutos, el ascensor se detuvo y subió una señora con unos papeles; la saludé cordialmente, presionó un botón y el ascensor reanudó la marcha al primer piso. Durante el resto del trayecto, el tipo y yo no cruzamos una sola palabra. Supuse que, dada su reserva, prefería hablar a solas, así que aguardé paciente hasta que el ascensor nuevamente se detuvo y tuvimos que salir. Al cruzar el umbral, sin embargo, di un mal paso y tropecé. La señora que había subido al ascensor acudió a mí y me ayudó a incorporarme. «¿Se hizo daño?», preguntó. Negué y le ofrecí una sonrisa despreocupada. Cuando me volví para despedirme de aquel tipo, vi al ascensor completamente vacío. «¿Adónde fue?», le pregunté a la señora. «¿Quién?», preguntó a su vez. «El que venía con nosotros». Me miró confundida. Las puertas del ascensor se cerraron lentamente, mientras yo miraba a ambos lados del pasillo, completamente desierto. «Tenga», dijo la señora. Me volví a mirarla y extendí mi mano para recibir lo que quería darme. Entonces lo reconocí: el broche gris con forma de ángel. «Se le cayó de la solapa cuando tropezó», dijo la señora, antes de marcharse por el pasillo con dirección a la salida. Debe haberse confundido, pensé. Qué ingenua. Ese broche era del tipo raro que había venido con nosotros en el ascensor, ¿cómo es que no se había dado cuenta?”

- Heber Snc Nur

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