Notas de una Memoria: agosto 2019

“Te soñé.

No recuerdo la ropa que traías, ni el camino que seguimos, ni siquiera los paisajes ahora saltan a mi memoria. Sí sé que te quise, que el sueño fue real y vivo, como aquellas madrugadas a tu lado, como las canciones que cantábamos. También que pronunciaste mi nombre varias veces, como si yo no estuviera, como si me encontrara lejano. No es tiempo, te dije. Para olvidarnos no es tiempo. Tampoco es tiempo para estar tristes, para que la ausencia nos devore el brillo de las ilusiones. Ya estabas más tranquila, me abrazaste como sólo se abraza en los sueños: con esa delicadeza de las cosas que pueden terminar en cualquier momento. Y dijiste quererme, tan claro, tan vívido, como esas canciones de las madrugadas. Supe también que te quería, pero no te lo dije, como la vez que me miraste a los ojos una eternidad, herida de abandono y orgullo. ¿Acaso no era suficiente con entregarte mi vida, mis horas, mis textos? No. A veces el amor también requiere de palabras, pero me callé y en mi sueño, aquella oscuridad comenzó a crecer y a envolverte, como queriendo apartarte de mi lado. Fue entonces cuando grité que te quería, que te he querido siempre, pero de todos modos aquella oscuridad te arrastró lejos, y yo ya no pude continuar luchando. Luego desperté. A mi lado no estabas, sólo flotaba el perfume de la soledad, de aquellas malas noticias que uno sabe sin querer saberlo, que no estarían mal olvidar. Aún era de madrugada y el paisaje tras la ventana era el mismo, pero ya no estaban nuestras canciones, aunque yo aún te seguía queriendo. Supongo que por eso me puse triste, y es que cuando no estás, sí puedo permitirme eso: echarte de menos hasta que duele, aunque te haya dicho que no era tiempo, que no era tiempo para estar tristes.”

- Heber Snc Nur

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